Músculo débil=Músculo contracturado: ¿Lo fortalecemos?

Cuando un músculo debilitado ya no puede realizar su función con efectividad acaba contracturándose como mecanismo de defensa.

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Dolores musculares y articulares que se repiten en el tiempo, músculos que siempre están rígidos, articulaciones que duelen al caminar o hacer ejercicio… Algunos de estos son síntomas que reconocemos en nuestro día a día y que pueden llegar a condicionar nuestras actividades de la vida diaria y deportiva.

Y… ¿Qué papel tienen en todo esto los músculos débiles?

Podemos definir un músculo débil como aquel que no puede cumplir con su función y trabajar cuando se le solicita.

Por ejemplo, un glúteo debilitado puede provocar dolor de cadera después de llevar un rato andando o, un músculo del antebrazo poco ejercitado puede hacer que duela el codo después de utilizar el ratón del ordenador durante unas horas.

El principal problema radica en que si un músculo no es capaz de trabajar como toca hace que los otros músculos tengan que hacer un sobreesfuerzo para compensar su déficit, por lo que no solamente se ve afectado el músculo débil sino también el resto generando desequilibrios compensatorios que pueden provocar las temidas lesiones musculares y articulares.

Estos días de verano en los que las horas de luz alargan el día invitan a realizar actividades al aire libre como excursiones por la montaña. La falta de hábito puede hacer que los músculos de las piernas se cansen fácilmente, la debilidad de los músculos del tobillo poco acostumbrados a las irregularidades del terreno montañoso, junto con el agotamiento, pueden provocar que los músculos acaben contracturándose, dificultando el caminar. En este caso, empezaremos a apoyar el pie de forma modificada para evitar el dolor, ya que es cuando pueden aparecer lesiones por estrés o esguinces

Entonces… ¿Cuál es la relación de un músculo débil con un músculo contracturado?

Cuando un músculo debilitado ya no puede realizar su función con efectividad acaba contracturándose como mecanismo de defensa. Se contrae para intentar aguantar el esfuerzo y proteger las estructuras nerviosas más profundas. Esto provoca dolor y limitación en la movilidad.

Esta es la relación directa: las contracturas tienen tendencia a aparecer continuamente en músculos con poca fuerza, aquellos que no tenemos el hábito de trabajar o entrenar específicamente pero que utilizamos diariamente.

  1. Cervicales
  2. Lumbares
  3. Glúteos
  4. Hombros...

Por lo tanto, la pregunta es: ¿Qué debemos hacer para evitar las contracturas repetitivas? ¡Entrenar ese músculo para tonificarlo y fortalecerlo!

Una manera de potenciar estos músculos seria trabajándolos de menor a mayor intensidad progresivamente.

Recomendamos hacerlo en este orden:

1.- CONTRACCIONES ISOMÉTRICAS: en las que se genera tensión en el músculo sin que haya movimiento del cuerpo, conseguiremos que las músculo y nervio empiecen a coordinarse entre sí.

2.- CONTRACCIONES CONCÉNTRICAS: el músculo se contrae y se genera movimiento en el cuerpo. Lo haremos sin peso o con peso, para acostumbrar al músculo y no dañarlo

3.- ESTIRAMIENTOS MUSCULARES SUAVES: para finalizar el entreno y recuperar al músculo del trabajo anterior, estiramientos de intensidad media y de 60 segundos aproximadamente.

Progresivamente y con el tiempo podemos añadir movimientos específicos de nuestro deporte o actividad para integrar este músculo con el resto en el esquema corporal.

Previo al entreno o posterior a este podemos utilizar Fisiocrem para calentar o ayudar a la recuperación del músculo debilitado que queremos fortalecer.

Realizaremos un automasaje sobre el vientre muscular hasta su absorción completa para asegurar que los principios activos penetren a través de los poros de la piel y sean efectivos.

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